sería celiaca"- añadió mi amiga Ana con la mirada perdida, tras haber procesado en su mente el precio del pan de molde sin gluten de la tienda de dietética. "-Pero bueno, tú has visto qué dineral cuesta todo?". Pues sí, ser celiaco o intolerante a la lactosa o a cualquier alimento básico, es todo un lujazo. De manera que tienes dos opciones: gastarte el dinero que guardas para la universidad de los niños en una visita a "La boutique del intransigente" o te pones manos a la masa y decides hacer tú mismo algún manjar con el que agasajar a tu delicado cuerpecito. De hacerlo así puede que uno de los niños pueda tener sus estudios. Eso sí, en la pública, que luego se les va un pico en fotocopias.
De cualquier modo no hay que ser tan negativos. Esto de la intolerancia también es muy chic. De hecho en las páginas interiores del Vogue, aparece en la columna de lo que está in. Sí, sí, justo al lado de las sandalias de diecisiete centímetros de Manolo Blanik (para lo que también hay que ser rica, por cierto). Porque a ver, eso de rechazar una bandeja de jamón recién cortado con un suave gesto de muñeca y una delicada sonrisa cuando el camarero se acerca a ti en el aperitivo de una boda, eso da que hablar seguro. Los demás abrirán sus bocas llenas con el pedazo de pan (o de baguette, que estamos en un enlace muy fino) que han tomado para acompañar su bocado del impúdico animal y admirarán la entereza y la distinción con la que hemos obviado manchar nuestras estilizadas manos de grasa. Claro que también habrá quien diga aquello de " lo que hacen algunas para meterse en el traje nuevo..."
Yo sigo pensando que contarle a tus amigas que tomas el té con leche de almendras y que lo acompañas con un delicioso y tremendamente ligero bizcocho de harina de arroz (es importante enfatizar esto de ligero), es enormemente glamouroso...¿qué es eso de tomarte el café con leche condensada antes de engullir un brownie de chocolate blanco caliente?. Demasiado mundano para mí, muy al alcance de todos. Lo mío es lo exclusivo, lo único, lo selecto. Lo mío es el Armani de las pastas, el Cartier de los panes, el Dom Perignon de las leches. Exactamente igual de caro.
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